Jueves 18 de Abril de 2024

NOELIA BARCHUK

6 de enero de 2017

Gran Hermano por Noelia Barchuk

Como si se tratara de un arma, apoyó cuidadosamente el control remoto sobre la mesita de luz. En definitiva, había dejado en cualquier canal, cansado de tanto zapping. Mosca escuchaba desde el baño el audio de la tele. El reality show Gran Hermano comenzaba el segmento del “Debate”. Taciturno, continuó sin prisa cepillándose los dientes.

Regresó a la cama y volvió a buscar en los bolsillos de la camisa el atado de puchos. Pésima idea la de fumar, y más en ese sitio. Pero cuando algo no le cerraba, encontraba refugio en el tabaco. Miró todo el programa. Luego, se fue a dormir pensando en Winston Smith. Tuvo pesadillas, se despertó maldiciendo al propio George Orwell. Sin embargo, se arregló lo mejor que pudo, tomó su guardapolvo y salió con prisa para no llegar tarde a la escuela.
Mosca era maestro de cuarto grado de una escuela primaria de Villa Ángela. Como buen novato que era, le encargaban que hiciera de-to-do en sus funciones, más acercándose la fecha patria.
Tenía que preparar el acto. Y como en cualquier otro trabajo, debía pagar derecho de piso. Por lo tanto, más allá de las sonrisitas de medio lado de las colegas, nadie le prestaba mucha ayuda.
Además, no era una fecha cualquiera. Se trataba del 9 de julio. Que tampoco era un 9 de julio cualquiera.
Era el año del Bicentenario, había que tirar la casa por la ventana. Celebrar doscientos años de Independencia era motivo más que suficiente y necesario para festejar a lo grande. El tema era encontrar la manera para organizar un evento sobresaliente, como los patriotas que habían forjado la independencia.
Con su clase bien preparada, comenzó a introducir a los chicos en el tema. Sin mucha originalidad, desembocó en la tarea de escribir una composición alusiva, acompañada de ilustración. Para su amargura, no faltó quien le hubiera dibujado el Cabildo en lugar de la Casita de Tucumán. Tampoco de las preguntas infantiles sobre si algún día la conocerían.

Mosca, que en tiempo de infancia y escolaridad, había sido un tiro al aire, ahora devenido en educador, tomaba muy en serio su vocación. Sin tanto aspaviento, declaró que todos podrían cumplir ese sueño cuando crecieran y pudieran valerse por sí mismos.
A decir verdad, estaba bastante emocionado con la cercanía de la fecha. Quería transmitir a sus jóvenes alumnos el saber de la historia, de los hechos, de su contexto. Pero sobre todo, intentar acercar, aunque suene algo cursi, el amor grande por la patria.
Se puso, cual general, al mando de todo. Tanto así, que se inmiscuyó en las clases de otras materias especiales: en la de plástica, música y tecnología. Abocado a que todo saliera de primera. Todos los de cuarto grado, incluyendo las manos solidarias de algunas madres y hermanas, cortaban papel crepé blanco y celeste. Guirnaldas, banderas y banderitas eran preparadas con buena predisposición. Ensayaban el recitado del poema, un baile folklórico y una breve actuación sobre la legendaria declaración de la independencia.
Los días pasaron volando y faltaba cada vez menos para el gran día. Mosca, atravesaba aquel mediodía la plaza central. Tenía la sensación de que “algo faltaba”. Más allá de sus esfuerzos, de su buena onda, presentía que aún faltaba ese toque mágico para cerrar los festejos.
Y como dicen, quien busca encuentra. Solo que a veces sucede de manera impensada, como ese mediodía en que cruzaba la plaza. ¡Eureka! ¿Cómo nadie aún me lo dijo? ¿Cómo nadie se ha percatado? Tamaño descubrimiento bajo sus ojos. En la placita, bajo un austero monumento, decorado por algunas pequeñas placas, estaba la respuesta.
Cien años de soledad para las intenciones, premisas y recuerdos de los habitantes de 1916. ¡Eso era! Momento propicio para destapar el buzón del tiempo, de encontrar los testimonios de personas, que al igual que ellos, habían celebrado el día de la independencia, en su centenario.
Los chicos estaban alborotados con la iniciativa. Era una propuesta entre nostálgica y futurista. Una simbiosis entre recuerdos y anhelos de un porvenir mejor. Mosca, o mejor dicho, el profesor Maidana, dio piedra libre a la imaginación y creatividad de los pequeños. Contaban con una base más sólida sobre la importancia de aquellos acontecimientos, así que se podrían despachar con mayor soltura sobre la preparación de las intenciones. Todo esto, también supuso un mayor trabajo y horas extras puestas en el desempeño del proyecto. Miró con alegría, casi como gritando un gol de Argentina, que los nenes se esmeraran en expresarse. Dibujos, pequeñas esculturas en arcilla, cartas o simplemente palabras sueltas ornamentadas.
Sábado 9 de julio. Luego del acto en la escuela, en flagrante comitiva y procesión cuarto grado se armaba en fila al costado de la plaza. Habían sido acompañados además, no solo por familiares y otros miembros del establecimiento educativo. Distintas personas de la política, la cultura y diversas áreas esperaban curiosas se abriera el monumento. Con ayuda de los colaboradores, extrajeron la bóveda que contenía viejas reliquias. Algunas cartas de índole personal, otras esquelas con los deseos de libertad, prosperidad y trabajo para la República Argentina.
Luego de ser recogidas y brevemente leídas aquellas centenarias intenciones, se dio lugar a depositar las nuevas. Daban fe, que el gen argentino seguía deseando lo mismo. Así los deseos de progreso, seguridad, bienestar fueron acogidos en un nuevo buzón, para guardarlos por otros cien años más. También hubo lugar para las risas. Uno de los niños brevemente escribió que “Messi hiciera más goles para nosotros”. Más allá de las sonrisas, aplausos, estaban pendientes del recuerdo que dejaría el profe Maidana.
Mosca sacó un ejemplar de bolsillo de la emblemática novela 1984. Tal vez muchos no pudieron comprender ese acto. Tal vez otros lo entendieron con el paso del tiempo y muchas lecturas. Su intención era significar que, gracias a aquellos hombres que forjaron la independencia, no vivíamos con ningún Gran Hermano. Que éramos libres para vivir en un sistema democrático que velaba por la pluralidad de ideas, que pese a todos los conflictos económicos manteníamos independencia de cualquier metrópoli extranjera.
Así, con las rarezas del Mosca, con la previsibilidad de los actos patrios y con el enorme amor por la celeste y blanca, desde aquel rincón del país, se celebró un inolvidable 9 de julio.

 

“GRAN HERMANO” es 1º Mención Especial del certamen literario en homenaje al Bicentenario, organizado por el Poder Legislativo del Chaco – Diciembre 2016.-



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